En Perú, basta con entrar a una botica o cadena reconocida, preguntar con seguridad y, con unos cuantos soles, salir con un medicamento controlado. Sin receta, sin verificación, sin advertencia. Mientras el Ministerio de Salud promueve campañas contra la automedicación, en la práctica se venden fármacos peligrosos como si fueran caramelos. En ese silencio compartido entre autoridades que no fiscalizan, farmacéuticos que priorizan la venta y ciudadanos que eligen el atajo, se normaliza un riesgo mortal.
Durante el trabajo de campo, se realizaron compras encubiertas en distintas boticas de San Miguel. En una sede de Inkafarma, se obtuvo azitromicina sin receta ni preguntas. En otra botica de la avenida La Marina, se adquirió tramadol, un opioide de uso restringido, también sin control. Todo quedó registrado en cámara espía y demuestra cómo la ley se ignora cada día tras los mostradores.
Expertos advierten que el problema va más allá de la venta. La doctora Rosa Martínez de Essalud advierte que los antibióticos mal usados generan resistencia bacteriana; el psiquiatra Dr. Elmer Palomino Vega explica que los psicofármacos pueden causar dependencia, accidentes graves o incluso ser usados en intentos de suicidio. En casos documentados, una joven terminó hospitalizada tras aceptar la recomendación de un técnico que cambió su receta por “algo similar”. Detrás de cada decisión apresurada, puede haber un daño irreparable.
La química farmacéutica Kelly Camargo enfatiza que vender medicamentos sin receta no solo es antiético, sino ilegal, según la Ley N.º 29459, que contempla penas de hasta seis años de cárcel. Sin embargo, las presiones comerciales y la débil fiscalización permiten que esta práctica persista. Además, la venta ilegal ha migrado a redes sociales, donde cuentas como “Galia, mi gineco de confianza” ofrecen fármacos de uso restringido vía WhatsApp, sin receta ni evaluación médica, multiplicando los riesgos para usuarios vulnerables.
Hoy, en Lima y especialmente en San Miguel, es posible comprar amoxicilina, tramadol y otros medicamentos restringidos sin preguntas ni control. Esa aparente facilidad es en realidad una trampa: convierte la necesidad de alivio en una amenaza silenciosa para la salud pública. Automedicarse no es cuidarse, es caminar a ciegas hacia un daño que, muchas veces, no tiene regreso.

Autores: Tello, Macha, Palacios, Zavaleta, Ponce y Ramírez