El conflicto entre Israel e Irán ha alcanzado un nuevo nivel de tensión tras una serie de ataques aéreos, bombardeos y amenazas que han puesto en alerta a la comunidad internacional.
En la madrugada del lunes 16 de junio, Israel lanzó una ofensiva directa contra la sede de la televisión estatal iraní (IRIB) en Teherán, en plena transmisión. Según el ejército israelí, la infraestructura era utilizada con fines militares, por lo que fue considerada un blanco legítimo. La emisión se interrumpió de inmediato y se reportaron daños importantes en el edificio.
Este ataque se produce como respuesta a la ofensiva iraní del fin de semana, donde más de 150 misiles y drones impactaron en territorio israelí, causando al menos 8 muertos y múltiples heridos en zonas como Tel Aviv y Haifa. A pesar del despliegue del sistema antimisiles “Cúpula de Hierro”, varios proyectiles lograron impactar zonas urbanas.
Por su parte, Israel ha intensificado sus ataques con bombardeos que han dejado más de 220 muertos en Irán, incluyendo civiles y altos mandos militares. Además, instalaciones clave como plantas energéticas, depósitos de combustible y centros militares han sido severamente dañados. También se reporta la destrucción parcial de sitios vinculados al programa nuclear iraní. El conflicto ha generado una reacción de preocupación global. Países europeos han iniciado la evacuación de ciudadanos en Irán e Israel; se ha producido el cierre de espacios aéreos en Medio Oriente, lo que ha obligado a cancelar numerosos vuelos comerciales.
En consecuencia, el precio del petróleo se disparó, debido al temor de un conflicto prolongado que afecte el suministro energético global. No obstante, organismos como la ONU y el G7 han pedido a ambas partes que detengan los ataques y se abra un canal diplomático para evitar una guerra regional de mayores proporciones. Sin embargo, tanto Israel como Irán se mantienen firmes en sus posiciones, sin señales claras de cese al fuego